Parece que con los tiempos que corren se ha reavivado la preocupación de los padres por la educación de sus hijos, no tanto en el aspecto académico como en el personal.
Nadie que sea padre o madre quiere ver a sus hijos sufrir, caerse o frustrarse. Trabajamos sin descanso y a veces casi sin aliento para que no les falte de nada, para verles sonreir, pero se nos olvida que tan importante como su sonrisa es prepararlos para salir fuera del “cascarón”, enseñarles a enfrentarse a sus defectos y superarlos, a aprovechar sus virtudes, y sobre todo a defenderse en un mundo en gran medida hostil, en el que no se regala nada, en el que hay que sobrevivir día a día, haciéndole frente sin reservas con humildad y coraje.
Es muy difícil hacerle ver a un niño, a un chaval, que la vida está llena de obstáculos y que nuestra misión como padres no es evitárselos, sino enseñarles a salvarlos. Difícil que se de cuenta y más difícil aún que como padres tengamos la serenidad de dejarles caer para después curarles las heridas.
Desde que me aficioné al Rugby he defendido sus valores allá por donde he tenido oportunidad, y creo que es justo agradecerle lo que me ha ayudado y me sigue ayudando a mostrarle a mis hijos el significado del Respeto, de la Prudencia, del Valor, del Esfuerzo y el sacrificio, de los “golpes”, de las “heridas” y en muchas ocasiones del trabajo duro sin recompensa. Pero sobre todo, me ha enseñado como madre, que aunque nos duela en lo más profundo de nuestra alma, tengo que dejarle caer para que aprenda a levantarse por si solo.
Últimamente he podido leer en reiteradas ocasiones frases que resumen a la perfección todo lo que acabo de exponer. Me voy a quedar
con una que además se ha hecho extensible al resto de deportes, “ Como explicarte lo que es la vida si nunca jugaste al Rugby”.
El otro día uno de nuestros entrenadores tuvo a bien hacernos partícipes de un comentario que creo compartiréis todos aquellos que hayáis practicado este deporte en alguna ocasión y paso a transcribir:
“ Decía algún monje Irlandés que los niños debían jugar al rugby para conocer el esfuerzo y el sufrimiento del trabajo en equipo; respetar la autoridad; crecer bajo la aceptación; valorar el silencio; y sobre todo, lo que cuesta ganar un metro en la vida y lo fácil que es perderlo por no saber callar.
En el Rugby a veces se complica el juego, pero al menos no se finge. En el Rugby no se busca engañar al árbitro, en el Rugby el ganador hace un pasillo y agradece el esfuerzo del perdedor. En el Rugby, el equipo local está obligado a invitar a comer y beber al visitante, en el Rugby no hay gritos al árbitro. En resumidas cuentas, un ejercicio centenario donde se ensalzan esos vocablos que hoy en día han caído en desuso: Educación, Esfuerzo, Respeto, Silencio, Trabajo, Dedicación y sobre todo mucha, mucha Humildad con Hache mayúscula, como los postes de Rugby” .
Tenemos con el Rugby una fórmula magnífica para empezar a preparar a nuestros hijos a desenvolverse en esto tan duro y a la misma vez tan reconfortante que es vivir, en toda la extensión de la palabra, dejémoslos vivir y disfrutar.
María Casado
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