miércoles, 19 de octubre de 2011

Los Apóstoles de la Dignidad by Fermín de la Calle


(ante la insistencia de Eduaro Ares, y sabiendo que es un buen artículo, copio aqui éste de Fermín de la Calle) 

Un tipo orondo y con un corbata me dijo una vez en un despacho: “La dignidad está sobrevalorada. Es poco pragmática y no da de comer”. Perdí de vista a aquel tipo, pero calculo que andará arrumbado en algún despacho sin decisión ni mando. Yo, que nunca fui demasiado práctico, no le hice mucho caso, pues en casa la dignidad siempre cotizó bien para mis padres. Recordé ayer aquello viendo a los Pumas ante Nueva Zelanda. Creo que nunca he visto perder a los Pumas. Lo digo en serio. Este verano he pasado 45 días viajando por un país tan maravilloso y contradictorio como Argentina. Muchos en una ciudad tan arrebatadora e inhóspita como Buenos Aires, donde el porteño siempre te busca la vuelta. Y los menos en provincias de gentes hospitalarias. 45 días de fútbol en los que fui testigo de una tragedia nacional como el descender de River en Monumental y en los que he visto como la albiceleste era empujada al abismo por los egos de jugadores, periodistas, técnicos, dirigentes….
            Ayer, viendo a los Pumas morir de pie, recordaba esa bipolaridad tan Argentina, lo que convierte en hazaña lo de su selección de rugby. 25 hombres que son uno solo. 25 hombres que se entregan hasta la extenuación con el único premio de saber que han dejado en el campo hasta la última gota de sudor, que no han escatimado ni un gramo de energía por su compañero. Generaciones de jugadores que miran al balón y no al tanteador. Y siempre sin excusas. Ni los amigos que se fueron como Nani o Ficha ni los que no pudieron venir como Juani ni los que se fueron antes como Corcho. Un ejército de privilegiados que cuando se ponen la camiseta puma placan en nombre de sus hijos, percuten en el de sus padres y ensayan en el de toda esa gente con la que conviven día tras día en ese país excesivo y al tiempo maravilloso. Los Pumas son una suerte de apóstoles de la dignidad, virtud que tiene más que ver con la autoestima, el honor y la ética que con los focos de televisión, la ropa de marca y las galaxias estelares. Uno piensa que si el mundo tomase ejemplo de ellos todo sería mejor. Corren tiempos difíciles para un rugby que coquetea con ese exhibicionismo futbolero que lleva a Ashton a zambullirse para posar ensayos o una marca de ropa deportiva a teñir a la blanca y victoriana Inglaterra de negro. Por eso ese rugby tan sentimental que les fluye de la entrepierna y el corazón, ese rugby que glorifica el carácter amateur debe ser el estandarte al que aferrarnos para salvar el viejo rugby que muchos amamos y admiramos.
            Por todo eso siempre invito a los amigos a ver a los Pumas con el mismo argumento: “Son el mejor EQUIPO del mundo. El único que nunca sale derrotado del campo”. Ellos siempre me responden igual: “¿Pero cuántos Mundiales han ganado?”. Y entonces les imagino con 50 años orondos en un despacho diciendo: “La dignidad está sobrevalorada. Es poco pragmática y no da de comer”. Aguanten Pumas. 

jueves, 13 de octubre de 2011

Tiempo de Esperanza

Día caluroso, muy caluroso (tengo el cogote "colorao"), pero contento.
Contento de estar de nuevo ahí, en el terreno de juego, y más contento aun por la gran cantidad de niños, nuevos, y padres.
Ciñéndonos a lo deportivo hay que decir que los pequeños jugaron más que los mayores, y con mejores resultados.
Los Jabatos, liderados por Gonzalo y Minicarras, demostraron la veteranía junto con Rafa Bernal, Mauri Gordillo...en el juego y lso refuerzos (I. Borbón, Antonio Fortes, Y le ganaron a los del Ciencias.
Los prebenjamines están muy fuertes. Mr. Tackle, Jorge, MedioCarras, el refuerzo de Nacho Puig (no dejéis de ver como percute en el video) 

En cuanto a los Benjamines, pues, hay que seguir trabajando táctica y despliegue en el campo, pero se placa con ganas y a partir de ahí....el cambio de tamaño de campo les costó el partido y hace falta ir puliendo aristas.



Los Alevines con muchas caras nuevas, Varo, Alfonso, Juan Pi, Tommy.... y los tradicionales Carter-lar (más Carter que nunca), CheMcCaw, Pepito, Jesús Santamaría, Inmortal, ... Faltaba el "Clan de los Irlandeses" (Fernando, Rodrigo y Carras). 
El primer partido con menos punch que el segundo. Se defiende bien, pero en cuanto ataca la 3/4 rival y llegan al ala, entraban.
Los movimientos tácticos de Alberto en el segundo partido nos dieron la victoria en base a no dejarles el balón, y cuando la tenían, placábamos bien. Por dos veces a la salida de la melé Pepito sorprendió iendose por el lado cerrado al ala y al zaguero rival y si bien en la primera ensayó, en la segunda, pasó a Nacho Ariza que ensayó.... peroe no era la línea de ensayo...
Bueno, ahí os dejo otro video de Speilberg Melgarejo

sábado, 8 de octubre de 2011

Cosa Nostra by Mario Ornat

Una bonita historia de Mario Ornat
El rugby es como la mafia, pero sin asesinatos. Está basado en la lealtad, el honor, la conciencia grupal, los ajustes de cuentas, el tráfico de sustancias y los parentescos inventados. Es una famiglia. Sobre todo en la delantera, aunque se han documentado casos de amistades morganáticas con la gente de la línea, esa gente. Conforme el número de la espalda crece hacia el 15, aumenta la desconfianza de los delanteros, que componen la infantería con traje y corbata negros, comoreservoir dogs. La vida debería ser como una melé, pero con colonia para niños. No hay caretas y todo el mundo se conoce bien. Al que se pasa de la raya, se le ajusticia en la siguiente ocasión de forma que parezca un accidente. Los demás callan, otorgan, participan o calculan dónde y cómo reparar los daños. La ley del silencio la entiende todo el mundo. Hay que descreer de los delanteros que hablan con el contrario.

Fuera de la melé, el universo se torna voluble y desleal, y cualquiera sabe que conviene desconfiar de sus normas y aún más de la corrección política: que ahora no se puede pisar y que el balón tiene que salir rápido por el bien del espectáculo. Esas cosas. Fuera de la melé, todo el mundo es un extraño o se comporta como tal. El 10 suele venir de otro país, de otro rango social, profesa religiones de moda y bebe Aquarius después de los partidos. Su única posibilidad consiste en haber nacido en Ejea, aunque su apariencia continúa siendo extraña porque se comunica en ese idioma que se habla en Ejea y que sólo le entienden sus paisanos y el 12, su lugarteniente, el tipo feroz que le hace el trabajo sucio. Nuestro 10 es de Ejea de los Caballeros, un lugar repleto de truhanes: por eso juegan tan bien al rugby. Truhanes y caballeros. Las labores del 10 en el campo se reducen a cuestiones funcionariales o de poco calado, como recitar contraseñas numéricas, hacer extrañas señales con los dedos por la espalda a los chicos de la diagonal y utilizar términos como cruz, salto, falsa o toda, convenientemente mezclados para impresionar a los que le escuchan. Cuantos más balones se le caen, más aprecio le tienen los delanteros, que se dan el gusto de volver a la melé. Además de eso, el 10 patea a palos siempre que no haya un delantero que pueda hacerlo, lo que suele ser raro porque en el paquete menudean los superdotados. El 10 acostumbra a quejarse de que los delanteros se interponen en la línea de pase entre él y el 9. Y amonesta a los que lo hacen, explicándoles la necesidad de mantener limpia esa vía de salida. Los delanteros asienten y por dentro sonríen. Todo el mundo sabe que se trata de un comportamiento deliberado: el 9 sólo debería abrir la pelota cuando los delanteros lo decidan o se hayan divertido lo suficiente con sus tuercas y tornillos, jugando al enredo con los cuerpos y la pelota. Hacerlo al revés constituye otra de las muchas perversiones que el espíritu del juego ha sufrido desde su nacimiento.

El 12, el primer centro, puede ser el único jugador que un delantero respeta en toda la línea de tres cuartos. De hecho, juega en una posición envidiable si no fuera porque no participa en las melés. Dicen que hay un segundo centro, pero no está demostrado. Así como podemos constatar la existencia de dos pilares, dos segundas (que entre los dos no suelen hacer medio), dos flanker y dos alas, la existencia del segundo centro, sospechamos, no pasa de ser una formulación teórica de los entrenadores, que han inventado la figura para desconcertar a los que juegan y sostener así su presunta ascendencia sobre el grupo. Si el segundo centro de verdad existe, constituye un ente innombrable y el sentido de su vida consiste apenas en darle conversación al ala. Nadie ha confesado jamás haber hablado con un ala en el campo de juego, por tanto el segundo centro no existe. ¿De qué se habla con un ala, en cualquier caso? Si te los encuentras en el tercer tiempo te parece estar metido en un ascensor y sólo se te ocurre comentar el tiempo: “Qué buen día hacía hoy para jugar, eh”. Cuando los ves pasar cerca en el campo, a los alas dan ganas de preguntarles por la familia: si ya se casaron o qué tal están sus padres.

El 12, sin embargo, es otra cosa. El primer centro o inside pasa el tiempo en una violenta dicotomía vital que consiste en chocar contra las paredes y aplastar a los hombres. No se les puede dejar solos en una habitación y suelen dormir en cuartos mal ventilados. De ahí sus angustias. Morfológicamente, el 12 tiende a una engañosa redondez corporal y acostumbra a sufrir el síndrome de la bala de cañón: cuando se lanza en velocidad quiere arrancarle las piernas al que se cruce. Como buen depravado, le gusta sufrir y hacer sufrir. Aspira a placar y a que lo plaquen. Digamos que querría hacer las dos cosas al mismo tiempo y en cada jugada, si fuera posible. Tiene peligro dentro y fuera del campo.  En el campo son gente válida. Sí. En su psicopática mentalidad, el ideal de vida consiste en esta jugada: recibir la pelota, enfilar al apertura contrario, derribarlo, ponerle el sello en la frente al 12 rival, derribarlo, convocar a un par de terceras del otro equipo a la fiesta, cruzarles el codo en la boca, derribarlos y, cuando entrevé que el zaguero opuesto viene al cierre con intención de placarlo, soltar la pelota al primer amigo que pase por ahí, dejándose las manos libres para chocar felizmente contra el 15 o el muro del final del campo. Los primeros centros suponen casos extremos, muchachos que quieren placar también en el ataque y se las arreglan para hacerlo, aunque sea a costa de la lógica del juego. No faltan los que, cuando tienen la pelota, en lugar de buscar el intervalo que hay entre los hombres, buscan a los hombres que hay entre los intervalos, llegando a retroceder en busca de un contrario o ajustar la carrera para dejarse alcanzar y así poder atizarle a gusto al defensa. Naturalmente, un delantero ha de animar este tipo de comportamientos y aun ensalzarlos. También porque el primer centro observa la decente costumbre de romper cerca de los agrupamientos, lo que siempre es de agradecer. En fin, hay que reconocerlo: el centro es un hombre. No es un delantero, pero es un hombre. Todo no se puede tener.

Otro de sus méritos es que está a tres números del zaguero, un tipo despreciable al que le gusta jugar con el pie, se mancha poco la camiseta y suele ser guapo. En ocasiones marca ensayos pero casi nunca es el hombre del partido. Por las noches, el zaguero gimotea en su casa porque no comprende esa contradicción: ser la estrella y que nadie lo reconozca. A menudo, los primeras líneas incluso ignoran cómo se llama el zaguero de su propio equipo. Cuando el entrenador recita la alineación, el primera línea se queda en el cuatro o el cinco. El resto de nombres apenas los oye. Está todavía calculando las señas verbales que ordenan las touches, en su inútil intento por memorizar si en las de campo propio que saca su equipo entran cuatro, cinco o todos, si hay mol, peel off, ruptura de la primera torre, pase a ras o palmeo al nueve. Por eso, porque tiene cosas mucho más importantes de las que ocuparse, asuntos que conciernen de verdad al bienestar de la familia, ningún primera línea que se precie recordará jamás el rostro del 15 contrario. Así como los leones y felinos depredadores poseen una visión con una delgada franja de enfoque horizontal, que les permite localizar a sus presas en el horizonte pardo de la sabana, la naturaleza ha dotado a los primeras líneas con una variación óptica: la profundidad de campo de su mirada es mínima. Enfocan al morrillo del pilar opuesto, la carne que rodea los trapecios y las zonas erógenas del cuello y los parietales, donde uno intenta hacer diana. O sea, hacer daño cruzando un cabezazo. La ciencia no ha explicado todavía esta particularidad de los primeros líneas. Los demás prefieren reírse de ellos y explicar que los balones se les caen de las manos porque son lentos, torpes o tienen un dedo del tamaño de dos. No es así: es que no ven, sin más. Los primeras viven en estricto primer plano y son felices con eso. Nunca han visto a un zaguero salvo en el vestuario. En el tercer tiempo, el tipo que jugó de 15 es como el público de la grada: gente a la que le gusta ver rugby, pero no les apetece llenarse de barro ni que les den golpes. En el fondo, hay que agradecerles que vengan y aplaudirles al final en reconocimiento a su tangencial labor.

Ahora hablaremos del medio de melé, uno de los casos más terribles en cualquier equipo de rugby. El 9 opera en el paso fronterizo entre la realidad y la ficción, la melé y el resto del mundo. Cuando el entrenador divide a línea y melé, los nueves siempre se quedan un momento parados, tratando de descifrar a qué lado deben ir. Esa crisis de identidad los afecta, a veces de modo fatal. Todos sabemos que, en conciencia, el medio melé viene a ser un proyecto de delantero al que la naturaleza no lo dotó como es debido: no le llegaron los kilos, la altura ni la inteligencia para jugar en el paquete. Piensa demasiado. Lo obliga su equívoca condición. Dicho sin ánimo ofensivo, el medio de melé viene a ser un transexual, un caso de hormonas equivocadas. Se comporta como un hombre, está musculado, acostumbra a ser recio y muestra arrojo, aunque todo en un cuerpo resumido, sin la expansión fisiológica de un auténtico macho de la melé. Su jugada preferida lo denuncia: en cuanto puede, se mete en el ruck y maulla de felicidad cuando, mientras auténticos hombres lo aplastan y rodean, oye gritar a los que se han quedado donde debería estar él: “¡¡¡No hay medio, no hay medio!!!”. El pick and go consiguiente, que le da tiempo a levantarse y retomar sus obligaciones, lo devuelve a la realidad. El resto del tiempo va de aquí para allá detrás de los gordos y éstos le permiten que mande, que les diga dónde empujar y dónde no, siempre que no contradiga su propia opinión y les compre cervezas en el tercer tiempo. El medio de melé querría ser como los muchachos de la primera línea, por eso suele beber mucho y masticar con la boca abierta. Sus intentos pueden quedarse en lo patético. Los muchachos de la primera línea modelan sus cuerpos, ganan y pierden kilos con estupenda facilidad, saben bascular la barriga para diversión de los demás,y sobre todo, pueden dar de tetar a los bebés de su propio pecho. Además, cuando ya no producen leche porque la edad los ha traicionado, se van al gimnasio a endurecerse las aristas, mientras un endocrino les entrega una tablilla y les mide la grasa corporal. De pronto pierden 15 kilos y corren como si se hubieran comido una liebre. Los primeros líneas son longevos, juegan hasta los 40 y más allá. En la vida real, esa amoralidad metabólica de los primeros líneas contraviene la moda y da lugar a muchas opiniones. Es verdad que no pueden comprarse camisas en Zara, pero en el campo de juego su excelencia física supone una ventaja que se suma a otra de orden moral: los primeros líneas son los depositarios del rugby auténtico, original, primigenio y único. Eso no se puede negar...

En el principio, el rugby fue un pack de 15 delanteros en inacabables moles de los que nunca salía la pelota. Rara vez. Si salía, quedaba transgredida de inmediato la naturaleza lógica del juego. Para qué correr. ¿Para llegar antes? ¿Acaso no da más gusto llegar empujando? Recorrer 35 metros arrastrando cuerpos, triturando carne, pisando cadáveres… Eso es un ensayo. Los ensayos por velocidad, contrapié y combinación quedan bien para las chicas de la grada y los espectadores de la televisión. Qué diferente de esas alegres montoneras articuladas en la que doce sujetos se derrumban sobre la hierba en la zona de ensayo, entre bufidos, pedos y ladridos de pedregosas gargantas. Al levantarse, al menos cinco de ellos proclaman haber sido los autores de la marca: yo tenía un dedo, el mol lo inicié yo, sin mi empuje jamás habríamos llegado, árbitro apunte mi nombre, soy el uno, bien gordos bien. Y otro sonríe porque fue el autor intelectual: jugamos con el segundo saltador, mol estable y empujamos hasta los almendros, les dijo antes de sacar la touche. En el Seminario, Angelito Largo definió las intenciones de una melé con esa frase: hasta los almendros, en referencia a los arbolitos que lindan con los campos de Tarazona y el fondo de la línea de marca. Quiere decirse que hay que pretar los culos y abrochar hasta perder la conciencia. Empujando hasta que se aflojen los esfínteres.

En el fondo, la familia descansa sobre los hombros de los primeras líneas. Todos lo saben y lo reconocen en cuanto se emborrachan y se ponen cariñosos. Porque la gente, ahí afuera, sabe que puede contar con ellos. Si alguien deja una cuenta pendiente, le meten una cabeza de caballo en la cama al talonador contrario. Muéstrenme un zaguero capaz de eso.

domingo, 2 de octubre de 2011

Cadetes. Amistoso contra el Ciencias

Tarde soleada, calurosa e impropia de un 1 de Octubre, pero allí que estabamos,por mairena 38 candidatos a ganarse una plaza el el equipo Cadete de Mairena.

Finalmente no pudimos armar equipo independiente del resto de Mairena, pues no llegabamos a unos 25 que sería lo conveniente, pero. alli estaban Javi  Palma, Joseda Caballero, Nacho Morales, Pablo Delgado, Luis Prieto, Paulino Santos...

La verdad es que el Ciencias tiene un equipo más armado y más pesado, pero pero con menos banquillo, "sólo" tenían 30 chavales.


En el Starting XV salieron Javi palma de Pilier izquierdo, Luispri de 11 y Iñigo Benjumea (no es Tabladilla, pero si del Waterbus)

Los del Ciencias tienen una delantera ruda y una linea habilidosa, pero la conciencia del placaje de los de Mairena dirigidos por Alba Corrales no les dejaba avanzar como querían.

La primera de las tres partes de 20 minutos pactadas acabó y en la segunda parte entró Paulino de segunda línea (gran saltador de touches), y ya en la Tercera, Pablo Delgado de Ala, Joseda de Flanker y Nacho de segunda y un rato de Pilier.

Mis reflexiones. Hay madera, pero hay que tallarlos.. Y placar, placar y placar